Mañana, 12 de octubre, día de la globalización
Es muy malo el nombre elegido, pero la idea de festejarlo era buena, estaba en línea con la intención de Alberdi de terminar con las consecuencias de la guerra con España por la independencia. Se trató de una iniciativa española y la intención no era reivindicar la conquista sobre pueblo indígena alguna, sino unir a una porción del mundo con lazos históricos que siempre se asocian a unos de tipo familiar, como los que los países americanos tienen con la península.
Pero los anacronismos siempre son oportunistas y ahora resulta que existe el conflicto de identidades en el siglo XXI entre pueblos originarios e invasores españoles, algo que no fue proclamado por los pueblos originarios sino por el espíritu independentista de los hijos de España en nuestro continente, utilizando de manera extemporánea y propagandística lo que fueron denuncias reales de excesos y errores enormes de concepción denunciados por Bartolomé de las Casas que, por supuesto, tenía razón. La historia requiere valor también para aceptar que, además de haber pocos buenos y pocos malos, unos no necesariamente quitan razón a los otros.
Es decir, es cierto que la conquista española corrió los límites más allá de lo aceptable y que al final disolvió unas identidades nacionales, pero eso no es malo, en algún momento América fue una sola, y no era ni la España imperial ni la América aborigen. Eso es independiente del abuso contra los aborígenes con instituciones esclavistas, pretendidamente evangelizadoras como la mita y el yanaconazgo. Algo que Bartolomé que las Casas tampoco vio ni podía ver: la pretensión de evangelización trae una superioridad moral y esa superioridad moral es el caldo del abuso y la esclavización. Es decir, la buena intención estaba equivocada, pero eso es algo que podemos ver ahora, no dentro de la cosmovisión que traían nuestros antepasados europeos. Y no lo vemos para culpar a lo imposible de inculpar, sino para entender los límites de las purezas humanas.
Al mismo tiempo que determinadas identidades nacionales se disolvían, sea por guerra o por contacto, otra emergió pero con los mismos individuos sumados, mezclados, a pesar de que todavía subsiste una cuota de racismo que el nacionalismo, justamente, no va a remediar sino a agravar.
La muerte por enfermedades contagiosas fue el precio a pagar por el contacto, que siempre es positivo, pero no es que se procedió a la eliminación de la población, simplemente nacieron identidades nuevas, que además fueron utilizadas en tiempos de la independencia para generar lealtades para la guerra, que era comandada por los descendientes de los españoles.
Estamos en la larga era nacionalista, entonces parece que nos tienen que importar estas entidades abstractas perdidas o bastante disueltas.
Pero lo más importante es que todas estas contradicciones no pertenecen a los actuales españoles, sino a los antiguos españoles, que somos nosotros por decirlo de alguna manera, aunque tampoco lo somos. Pero si no somos nosotros los americanos, menos lo son los peninsulares. Todo lo que está bien y mal nos hizo a todos los que habitamos América.
No hay país que no tenga su buena y su mala historia. Los aborígenes no son la excepción, por supuesto, y no eran una unidad como esta historia de identidades nacionalista quiere indicar. Estaban divididos y querían en algunos casos ser liberados de sus opresores locales. Nada de esto hace héroes o villanos a unos o a otros, es una mezcla de cosas de la que extraemos una historia simplificada cuyo logro más importante no es ni español ni americano: es la integración mundial del hombre, el inicio del globalismo, palabra que prefiero adoptar para irritación de los nacionalistas.
Es absurdo que se viva como una cuestión actual si hay una “leyenda negra”, que sea contestada por medio de una leyenda blanca y que se recurra a que la propaganda británica fue la que creó la primera. Todas las historias están llenas de luces y sombras y el impacto de la integración de todo un continente, al resto del mundo que no tenía noticias de su existencia es la cosa más importante. Supongo que cuando el sapiens abandonó Africa para internarse en Asia, habrán pasado cosas horripilantes, pero no hacemos un anacronismo de eso ni elaboramos un prontuario para ver con quién nos peleamos ahora por eso. Simplemente nos explicamos por qué existe la población asiática.
Todo es nuestra historia, tanto la de los que llegaron como la de los que estaban. Y los que estaban están llenos de historias de unos que estaban antes que ellos y otros que llegaron, lo único distintivo acá es que los separaba un océano y sus mundos eran muy diferentes. Y unos venían con una tecnología de conquista religiosa muy nuevita, que barría como escoba nueva, sin consideraciones ni sutilezas. Eso no eran estos españoles, sino los antepasados de estos americanos.
Y dado que, como los anacronismos están más de moda que nunca, los delirantes de Vox están hablando de una “hispanidad” como víctima de la leyenda negra, una que une a los blanquitos de acá y allá para restablecer una especie de nuevo imperio español derechista y clerical. Algo bastante más estúpido que el indigenismo trucho. Eso tampoco es historia, es más parecido a una historieta.
Mañana podría ser el día de la integración global.
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