El día en que Roma cambió su calendario: Guerra Celtiberica

 La conquista de la Celtiberia por Roma tuvo lugar a lo largo del siglo II a.C. Desde la paz firmada por Graco (179 a.C.), la situación económica y social interna de los celtíberos se fue agravando por la presión y abusos de los administradores romanos. El pretexto para la declaración de guerra estuvo desencadenado por la ciudad de Segeda (Sekaisa, en El Poyo de Mara, Zaragoza). Esta ciudad estaba construyendo una muralla nueva más amplia y congregando de grado o por la fuerza a los pobladores de los alrededores. Pero según el tratado de Graco tenían prohibido fundar nuevas ciudades y ampliar las existentes, lo que provocó el enfrentamiento con Roma. El Senado envió a Fulvio Nobilior (154 a.C.) con un ejército consular de 30.000 hombres contra los segedenses.

Pero al no haber terminado de fortificar la ciudad, pidieron acogida a los numantinos, que los recibieron como aliados y amigos. Al decir de Floro, Numancia fue arrastrada a la Guerra de forma injustísima. Estas guerras cambiaron el calendario romano, ya que el año oficial se iniciaba en los Idus de Marzo (día 15), que es cuando se nombraban los cargos de la administración y los cónsules para hacer la guerra. Pero cuando querían llegar a la meseta era avanzado junio, por lo que se perdía un tiempo precioso para hacer la guerra, ya que se hacía en primavera y verano. Por lo que Roma se vio en la necesidad de adelantar su calendario a las kalendas de enero (día 1). Hemos heredado el calendario romano, condicionado por las guerras celtibéricas
El cerco de Escipión:
El Senado Romano y sobre todo su facción belicista no podía tolerar por más tiempo que una pequeña ciudad como Numancia estuviera ocasionando tantos problemas a su ejército victorioso e imparable en todo el Mediterráneo, cuando además su expansión había provocado otros problemas más graves. Todo ello hacía necesario acabar rápidamente con Numancia, sin ninguna contemplación, por lo que había que enviar a un general de prestigio. Por la presión del pueblo romano, el Senado nombró a P. Cornelio Escipión Emiliano, que encabezaba el grupo belicista y había alcanzado el más alto galardón con la destrucción de la ciudad de Cartago. Se le hizo una excepción, al igual que con Marcelo, para nombrarlo cónsul en enero del 134 a.C. sin haber transcurrido todavía diez años desde su anterior nombramiento.
Escipión se encontró con un ejército muy menguado, unos 20.000 hombres –sólo pudo traer de Roma 4.000 voluntarios y algunos hombres que le proporcionó Macipsa, rey de Numidia, pero contó con la ayuda económica de Antioco de Siria y Atalo de Pergamo, pudiendo reclutar numerosos mercenarios, llegando a hacerse con un contingente de dos ejércitos consulares (60.000 hombres). Se encontró con un ejército sumamente indisciplinado, por lo que su primer esfuerzo fue someterlo a duros entrenamientos para dotarlo de moral, disciplina y eficacia. Según Apiano , tras la campaña contra los vacceos, en el 134 a.C., Escipión avanzó para invernar en la región de Numancia.
Después, habiendo instalado sus dos campamentos cerca de la ciudad, puso el uno a las órdenes de su hermano Máximo (Peña Redonda), y el otro bajo su propio mando (Castillejo). Como los numantinos incitaran a los romanos a entablar batalla, prefirió encerrarlos y rendirlos por hambre. Para ello, levantó siete fuertes alrededor de la ciudad y ordenó rodearla con un foso y una valla.
Cuando tuvo esta obra acabada, para una mejor protección, más allá de esta fosa y a poco intervalo construyó otra, guarneciéndola de estacas, y levantando un muro de ocho pies de ancho y diez de alto, sin contar las almenas. Se levantaban torres por todas partes, a unos treinta metros unas de otras. No siendo posible cercar la laguna próxima, construyó a través de ella una valla de la misma altura y anchura, para suplir la muralla.
En lugar de puentes sobre el Duero construyó, aguas abajo de la unión del Merdancho al Duero, dos castilletes, desde los que tendió vigas de madera, atadas con cuerdas sobre la parte ancha del río; clavadas en ellas había muchos hierros agudos y dardos (stimuli), para que nadie pudiera pasar en barca, ni buceando. Los numantinos intentaron varias veces romper el cerco, ya que no había peor castigo para un celtíbero que no poder morir luchando. Finalmente, Retógenes, acompañado de cinco compañeros y cinco criados, aprovechando una oscura noche de la primavera del año 133 a.C., logró con arrojo increíble superar el cerco, incluidos los caballos, consiguiendo matar y despistar a los centinelas, escapando rápidamente.
Se dirigieron a solicitar ayuda a las ciudades arévacas, intentando levantarlas de nuevo contra Roma, pero fue rechazada su petición por miedo a las represalias de los romanos. Sólo en la ciudad de Lutia (situada a 56 km de Numancia, pero no identificada) encontró Retógenes el apoyo de los jóvenes guerreros; pero, enterada la Asamblea de los Mayores, que gobernaba la ciudad, denunció por miedo este intento de rebeldía a Escipión, tratando de evitar represalias. Pero el general romano se plantó rápidamente ante Lutia y ocupó la ciudad, exigiendo a los ancianos que le entregasen a todos los jóvenes guerreros, unos 400, a los que impuso el cruel castigo de cortarles la mano derecha.
Sabía Escipión que cortarle la mano derecha a un celtíbero era condenarle a una muerte indigna, al no poder empuñar la espada y por tanto morir luchando, para alcanzar el Más Allá en compañía de los dioses. Tras el fracaso de Retógenes en Lutia se hicieron gestiones para llegar a un acuerdo. Se envío una comisión de cinco miembros al frente de Avaros, que expuso a Escipión “que perdonase a este pueblo de tan gran ánimo y de tanto valor proponiéndonos condiciones llevaderas”. Escipión contestó “que entregaran sus armas primero y luego ellos con la ciudad”, lo que desató la ira de los numantinos, que mataron a Avaros y a sus compañeros por sospechar, que hubieran tratado con Escipión de salvaguardar sus propios intereses. Lo peor no era el hambre, sino el no poder morir luchando.

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